viernes, 6 de febrero de 2009

a cuantos me conocéis

Cuantos me conocéis sabréis de mis desdichas.
 Yo fui vejado y apaleado, atado y humillado,
rapado y mostrado desnudo en la plaza pública.
Fui conducido a presidio y ajusticiado
con toda la pompa necesaria
para burla y solaz de todos los desocupados gentiles
que asistieron ávidos de sangre.

Se me perseguía por bautizar las estrellas de la noche,
se me acusaba de dibujar deseos de color verde esperanza
y obsequiarlos a mis seres más queridos.
Quienes les fui cercano en aquel tiempo
pueden confirmar todo cuanto expongo.

A la vuelta de aquella vida
tuve que despojarme de todo lo material y superfluo
que me rodeaba,
tuve que quemar las viejas naves desencuadernadas y rendidas
tras numerosas tempestades.
Y así emprendí el largo camino de expiación
que me haría olvidar todo lo que amé
pero que durante algún tiempo
anduvo burlón correteando entre mis sueños.

Solicité una mueca, una palabra
pedí un gesto, un guiño,
esperé una simple insinuación,
deseé algo tan simple pero tan insólito
como un primigenio beso de alma, oxígeno y vida,
pero a fecha de hoy nada ha aparecido
en el triste platillo que dejé en la acera.

Todavía sigo sin entenderlo,
yo que te daría mi propia vida,
yo que vestiría de tules la luna llena,
yo que te esperaría con los ojos despiertos
hasta bien entrada la madrugada
y que te sigue esperando en la cama caliente
para envolverme de ti.

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