
Sólo y en mi casa.
Se alarga la sombra de la noche.
Ella ya no está,
se fue sin dejar rastro
cuando todo había comenzado.
No sabré vivir sin ella,
y nunca más tendré cobijo entre sus tetas.
¡Qué será de mí!,
deambularé famélico de besos
mordiendo el polvo tras sus huellas.
Pero el destino no puede ser tan cruel
y seguro que me mandará
un ángel de curvas peligrosas
para que cure mis heridas.
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