IEra la media tarde de un incierto día de principios de julio, y el sol todavía alto, descendía abrasador y pesado siguiendo su exacta parábola camino del horizonte. El calor sólo se había apaciguado tenuemente tras los rigores del mediodía.
A él le gustaba practicar deporte y había salido a correr por los caminos próximos de donde pasaba las vacaciones. Pretendía llegar hasta un pintoresco paraje a pocos kilómetros de allí donde un manantial convierte la tierra reseca en un oasis de pinos, carpas, ardillas y domingueros. Al paso de su carrera la cigarra chirriaba con fuerza mientras una suave brisa mecía los matojos resecos que se levantaban a ambos lados del camino.
Aunque hacía un calor asfixiante se había propuesto salir a correr. Hacía ya tiempo que lo practicaba, una vez a la semana por lo menos, y no quería perder la costumbre. Como era hombre poco pragmático sabía que si no lo convertía en una rutina lo acabaría dejando, echaría al final barriga y el estrés acabaría apoderándose de su organismo. Le estaba costando gran esfuerzo mantener el trote.
II
Ella se había sentado en el banco encimero junto al frigorífico. Su sexo abierto y encendido como una granada madura desafiaba provocadora al bravo unicornio rampante que se preparaba para la embestida.
En el albero de la cocina los cuerpos sudorosos y tensos de los amantes se batían en enconada lucha. El miembro astado la empitonaba certero, hundiendo su único cuerno, una y otra vez, en la misma herida abierta al son de suspiros y jadeos agitados y dulces.
Momentos más tarde yacían los dos en la cama, él encima de ella, acariciándola, mordisqueándole suavemente cuello y orejas, lamiendo sus disparados pezones, besándose en un mar caliente de saliva infinita y azul, como en un mediterráneo mojado de amor y deseo.
Ella que se giró en casual azar en el mismo orden que el del eje terrestre, permitió que se tutearan pecho y espalda y siguieron sumidos en su cortejo ajenos a movimientos planetarios.
En el albero de la cocina los cuerpos sudorosos y tensos de los amantes se batían en enconada lucha. El miembro astado la empitonaba certero, hundiendo su único cuerno, una y otra vez, en la misma herida abierta al son de suspiros y jadeos agitados y dulces.
Momentos más tarde yacían los dos en la cama, él encima de ella, acariciándola, mordisqueándole suavemente cuello y orejas, lamiendo sus disparados pezones, besándose en un mar caliente de saliva infinita y azul, como en un mediterráneo mojado de amor y deseo.
Ella que se giró en casual azar en el mismo orden que el del eje terrestre, permitió que se tutearan pecho y espalda y siguieron sumidos en su cortejo ajenos a movimientos planetarios.
III
El sol seguía cayendo lentamente siguiendo su precisa órbita celestial y el calor se había apaciguado sólo un poco tras los rigores del mediodía, y él, había salido a correr un incierto día del mes de julio. La cigarra seguía chirriando en otro parecido algarrobo, mientras, la suave brisa mecía unos matojos resecos que se erguían a uno y otro lado del camino.
El sol seguía cayendo lentamente siguiendo su precisa órbita celestial y el calor se había apaciguado sólo un poco tras los rigores del mediodía, y él, había salido a correr un incierto día del mes de julio. La cigarra seguía chirriando en otro parecido algarrobo, mientras, la suave brisa mecía unos matojos resecos que se erguían a uno y otro lado del camino.
Había recurrido a estos pensamientos sicalípticos para paliar el cansancio y el calor en su carrera. Un método que le resultaba práctico y eficaz, imaginar situaciones placenteras y agradables para mitigar el sufrimiento y apartar el desánimo y la fatiga del esfuerzo deportivo. La mente con la ayuda de la voluntad es capaz de dominar y revitalizar un cuerpo agotado.
La utilización de este recurso no era casual ni fortuito porque estaba todavía muy reciente en su memoria. La noche anterior había estado haciendo el amor con ella. En el calor y el fragor de la noche quieta, ella se había sentado en el banco encimero junto al frigorífico ofreciendo su sexo depilado.
La utilización de este recurso no era casual ni fortuito porque estaba todavía muy reciente en su memoria. La noche anterior había estado haciendo el amor con ella. En el calor y el fragor de la noche quieta, ella se había sentado en el banco encimero junto al frigorífico ofreciendo su sexo depilado.
IV
Ya en la cama, ruedo de los dos amantes, la brisa intermitente del ventilador mecía los suaves cabellos de ella. Sus cuerpos entrelazados y sudorosos estaban rebozándose sobre las sábanas, en esa precisa noche viscosa y caliente, de quejidos callados y entrecortados. De la misma manera que en el principio de los tiempos.
En el momento exacto en el que él estaba alcanzando el clímax se produjo la paradoja.
Él salió a correr bajo un sofocante y tórrido sol por un camino polvoriento. A su paso, la cigarra cobijada en el algarrobo emitía su peculiar chirrido y una suave brisa hacía resonar los resecos matojos que quedaban a los lados del camino.
En un momento de esa noche de plomo derretido, él había recurrido a estos pensamientos, táctica que le resultaba efectiva para prolongar las acometidas de su sexo enfurecido que amenazaba con estallarle.
En el momento exacto en el que él estaba alcanzando el clímax se produjo la paradoja.
Él salió a correr bajo un sofocante y tórrido sol por un camino polvoriento. A su paso, la cigarra cobijada en el algarrobo emitía su peculiar chirrido y una suave brisa hacía resonar los resecos matojos que quedaban a los lados del camino.
En un momento de esa noche de plomo derretido, él había recurrido a estos pensamientos, táctica que le resultaba efectiva para prolongar las acometidas de su sexo enfurecido que amenazaba con estallarle.
Seguía corriendo por el camino untado de polvo y sudor bajo el sol caliente del verano, hasta que le flaquearon las piernas y en un traspié soltó con fuerza violenta un río bravo de espuma que irrigó el fértil oasis de la granada en sazón.
Hay ocasiones imposibles en que la mente no puede dominar el cuerpo.
Hay ocasiones imposibles en que la mente no puede dominar el cuerpo.
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